Marcando el cambio que queremos ver: reconocimiento

El año pasado empezamos esta serie de publicaciones para hablar de aquellos cambios que queremos ver en nuestro sector y en los que estamos trabajando día a día (leer publicación anterior: Seamos claros) Sabemos que algunos llevarán su tiempo, pero hay otros que, si todos los que ejercemos el diseño nos comprometiéramos, podríamos lograr antes de lo imaginado.

El diseño es una profesión, sí, una profesión, que parece haberse diluido en la idea de que “cualquiera” puede diseñar y que por ello nuestro trabajo carece de valor, que debe ser barato, que puede generarse de manera instantánea y, peor aún, que debe ser la ejecución directa de las directrices de un cliente.

¿Es que acaso alguien va a un quirófano diciéndole al cirujano cómo operar? ¿O entra a la cocina de un chef para marcarle la cantidad de cada ingrediente? Entonces, ¿por qué tenemos clientes pegados a la pantalla de nuestro ordenador cambiando tipografías y eligiendo colores?

La respuesta que tenemos es: porque se los hemos permitido.

Durante años, la parte intangible del diseño, esa que tiene que ver con la capacidad de generar ideas, conceptos y discursos que den sentido al resultado visual, ha quedado desvalorizada por pensar que diseñar es solo ejecutar algo que otro decide.

El gran error está en creer que para diseñar se necesita un programa de diseño y no diseñadores. En creer que cuando se contrata un “simple” logo, se paga por el resultado y no por el proceso. En asumir que el diseño es sinónimo de arte y que por lo tanto, la opinión de cualquiera es válida.

Puede gustar más o menos, pero el diseño no es arte, no es subjetivo y no cualquiera puede hacerlo. El diseño parte de la experticia, de los conocimientos y del talento de cada diseñador(a), quien es capaz de dar forma a algo que no solo guste, sino que funcione, cumpliendo con la técnica y la estética que demuestra que en el proceso de diseñar de “simple” no tiene nada. Es complejo y requiere de tiempo y de reconocimiento.

Por eso, desde Brandsummit, trabajamos con estas premisas para poner en valor nuestro trabajo y el de nuestros diseñadores:

Partimos de la confianza: Nuestros clientes, desde que entran a trabajar con nosotros, saben que no necesariamente tomaremos al pie de la letra sus palabras, ellos confían en nuestro criterio profesional para que el resultado gráfico sea exactamente lo que la marca necesita.

Cobramos lo que valemos: Sabemos que nuestro trabajo vale y solo trabajamos con aquellos que están dispuestos a reconocerlo, que entienden el porqué de lo que están pagando y se sienten satisfechos con invertir en algo que es crucial para su negocio. Saber cobrar por el diseño es uno de los primeros requisitos para conseguir clientes que reconozcan nuestra labor.

Solo presentamos una opción de diseño a nuestros clientes: Hacemos trajes a la medida de nuestros clientes, ellos se tienen que sentir cómodos y a gusto con lo que ofrecemos, pero presentar más de una propuesta no es garantía de un mejor trabajo. Presentamos una sola opción a cada cliente convencidos de que es el resultado gráfico óptimo y que responde al detalle a lo que el cliente busca.

Limitamos los cambios: En nuestro trabajo, obviamente, hay cambios y adaptaciones, pero estos no deben ser infinitos y mucho menos, una vez aprobada una propuesta, ser cambios estructurales profundos de visual que se propone, porque ya no sería diseñar.

¿Y tú? ¿Qué haces para lograr ese reconocimiento que buscas por tu trabajo? Entre más nos unamos, antes podremos ver ese cambio en la percepción profesional del diseño que tanto queremos ver.